Después de ver cómo la rodilla de Giannis Antetokounpo se doblaba sobre sí misma en el Juego 4 de las semifinales del Este contra los Hawks, era normal pensar que el griego no volvería a jugar en lo que resta de playoffs. Sin embargo, las pruebas solo registraron una hiperextensión. Había evitado milagrosamente el quiebre y regresaría para cerrar la serie en el sexto juego. Pero la inquietud no acabó entonces, sino que duró hasta que los Bucks subieron al ruedo. “Si hubiera vuelto a doblar la rodilla estaría acabado” le dice a Sam Amick con una pausa dramática incluida.
Básicamente lo que sufrió la hiperextensión fue que la rodilla de Antetokounmpo estuvo a punto de sufrir una rotura de ligamento en su menisco o en el ligamento anterior. Él mismo relata una secuencia con Jae Crowder en la que se temía lo peor. De hecho, periodista y jugador hablan de las dudas que había sobre su disponibilidad en el primer partido de la Final. «No había opciones de haber llegado tan lejos para no jugar», dice Giannis.
Otro factor a tener en cuenta es la negativa del jugador a jugar con un brazalete de protección que reforzaría la zona afectada. Antetokounmpo no quiso usarlo por apego a los valores que le transmitieron sus padres. «No vi llorar a mi padre cuando estuvimos allí [en Grecia] o mi madre quejándose de sentir dolor. ¿Por qué debería? En retrospectiva, estas palabras pueden incluso ser inspiradoras y son parte de la personalidad que hace de Giannis quien es. Lo que no quiere decir que fuera una temeridad mayúscula del actual MVP de las Finales.
(Foto de portada de Kevin C. Cox/Getty Images)